Sara Cucè
This body is no one's home II
I don't feel guilt at being unsociable, though I may sometimes regret it because my loneliness is painful. But when I move into the world, it feels like a moral fall- like seeking love in a whorehouse.
-Susan Sontag, As Consciousness is Harnessed to Flesh: Journals and Notebooks, 1964-80
me faltó ir a tu casa una noche
nos faltó ir a bailar
nos faltó
tiempo.
Autor: Elvira Sastre
“I am tired of being a person. Not just tired of being the person I was, but any person at all. I like watching people, but I don’t like talking to them, dealing with them, pleasing them, or offending them. I am tired.”
— Susan Sontag, I, etcetera: Stories
Elvira Sastre
Respiro, sé que respiro. Pero intento imaginar que soy Aire y no esta prisión de carne que inhala y exhala.
Entre meses rotos y ausencias perdidas, ahí estaba ella, sentada a la espera de un alma que no llegaría. Sumergida en sus recuerdas, en imágenes mentales y melodías de voces que cada vez se alejaban más.
¿Porqué será que se pierden mis ojos ante la vida? Es curioso saber de mi su ausencia y ver con claridad mi poca cordura en comparación con el comportamiento habitual, trazo, examinó aquel trazo y vuelvo a rayar. Al despertar del día no soy un cuerpo, soy más bien como una sombra que va tomando la forma de uno, que va tejiendo lentamente su pensamiento, cargando a su voz sus recuerdos. Cuando cae las gotas de la ducha... es más que agua, son melodías al reloj que se estiran a ser cajas. Cuando veo el cuando saliendo de mi boca le muerdo con los dedos, quiero detener su sonido en una sola oración. Mis pies son hierba que dejan rastros de tierra, mis brazos ramas que doblan a despedir las hojas, mi piel de viento que duerme al suspiro. Sigo sintiendo que no está la respuesta a mi extrañeza por más que la busco entre los trazos... Camino errando; dando pasos al revés, camino dejando mi silencio en cada paso, camino por gusto y amor ante esa vida ajena de mis días, tomando sus colores en paletas y coloreando a mi modo... a veces aceptando que de afuera no hay mucho por cambiar, que nadie vera mis telas y quizás es mejor así. Que no hay tela, no hay paletas o colores, solo mi sonrisa que camina por la boca y se presenta a ser vivida de la mejor forma.
Ser, insignificante y grandioso a la vez.
Las promesas de lo seguro son mera utopía. Las construcciones con las que nos educamos nos hacen sentir de alguna manera todopoderosos, pero resulta que si todo se modifica, tampoco nosotros somos estáticos.
“Por favor nunca cambies”… ¿no es un poco exigente? ¿no es un tanto imposible? Cuántas veces nos forzamos a no cambiar, porque cuando nos damos cuenta de que lo hacemos, nuestro mundo seguro y tangible flaquea. Desconocemos infinito, en cada idea abstracta, hay incalculables posibilidades. Una sonrisa me cambia, el curso del río que fluye me cambia, un descubrimiento me cambia, el fuego de una emoción irrefrenable me cambia, una palabra me cambia, el viento que corre con locura me cambia, una mirada me cambia, sentir mi cuerpo descansando en la tierra me cambia. Soy lo que sé hasta ahora, y también lo que no sé, el conocimiento mismo está dispuesto a plena modificación, por eso prefiero vagar por el mundo, con la conciencia de la transitoriedad de mi vida, con la apertura suficiente, con la pasión que me conduce a amar y a descubrir, mientras dure.