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One-shot: Un último adiós. «Urss x Luciano»

Sin previo aviso, el tiempo se detuvo. La muerte se estaba haciendo presente de una vez por todas, y Urss lo sabía. Sus párpados le pesaban como nunca antes, sintiendo así, su último respiro.

Definitivamente su cuerpo se debilitó por completo. Sin embargo, volvió a la normalidad poco después de aquello. No abrió sus ojos de inmediato, es más, lo pensó por un buen rato, hasta que finalmente decidió hacerlo. ¿Cómo podría tener la certeza de estar despierto?

El lugar parecía ser simple. No obstante, aún seguía siendo desconocido para él. Observó sus manos con lentitud, pensando en que quizás…

—He muerto… —Murmuró inaudible, hablándose a sí mismo. Sorpresivamente, una sonrisa surcó sus labios —Él está aquí. Tiene que estarlo.

La sonrisa en su rostro se ensanchó al pensar en Luciano. Desde hace unos cuantos años, décadas tal vez, no fue capaz de volver a verlo. Una de las etapas más difíciles de superar, si le preguntan a él. Pero sin importar el tiempo que esperó, nunca quiso, ni pudo olvidarlo.

¿Finalmente vería al chileno?; Realmente quería hacerlo.

No muy lejos de la unión soviética, un triste canto acompaña el dolor ajeno de alguien. Llevaba mucho tiempo en aquel sitio, completamente sólo.

Luciano no reconoció el origen de esa triste melodía, y aunque hiciese el intento por recordar, él sabía que todo era en vano. Sus memorias se hacían cada vez más lejanas a la realidad, pero eso ya no le importaba en lo absoluto. Desde hace un buen tiempo dejó de vivir. Tanto literal, como figurativamente.

Sigue cantando, pero sin sentimiento. Olvidar a la persona que le enseñó esa hermosa canción, le duele. Tiene pequeños recuerdos, pero muy borrosos. Solía tener amigos que parecían ser sus hermanos, pero lamentablemente olvidó sus nombres. Como ellos olvidaron el suyo.

—Sólo espero terminar con esto —Deseó de manera inconsciente, llevando sus rodillas a la altura de su pecho. Por el inmeso lugar solo resonó el suspiro que dejó escapar.

En comparación a todo lo demás, el anhelo por ver al soviético era mucho mayor. Luciano estaba seguro de no haberlo olvidado por su fuerte voluntad, y después de tanto tiempo, finalmente se sentía orgulloso de sí mismo.

Urss…

Nunca podría sacar de su mente la bella sonrisa del aludido. Afortunadamente para él, aún tenía presente en su memoria varias imágenes significativas. Recuerdos que no cambiaría por nada del mundo. O quizás sí, pero solo para estar con Urss aunque sea unos cinco minutos. A simple vista una pequeña cantidad, pero para Luciano, mucho más que suficiente.

«qué no haría por Urss…»

Levantó la mirada con su característica expresión de tristeza en el rostro. Por alguna razón volteó a su costado, intercambiando miradas con la persona que nunca creyó ver nuevamente. Su corazón dio un vuelco al percatarse de la presencia del soviético.

—Señor Urss…—murmuró sin dar crédito alguno —S-señor Urss, ¡Señor Urss! —se preguntó el porqué el ruso no avanzaba, aunque restándole importancia al asunto decidió hacerlo por cuenta propia.

Corrió en su dirección, tan rápido como sus piernas se lo permitiesen. Alzó ambos brazos con emoción, dispuesto a entregarle un cariñoso abrazo. Sin embargo, su ilusión se vio destruida al momento de ser empujado por algo invisible.

Desde el otro lado, Urss realizó unas señas difíciles de comprender.

—¿Una barrera…? —inquirió desconcertado. Urss hizo un segundo gesto a la brevedad, indicándole que no podía oírlo.

Luciano miró por sobre su hombro, viendo algunos partidos que parecían poder escuchar y hablar entre sí. Entonces pensó; ¿por qué?, ¿por qué el destino se empeñaba tanto en hacerle sufrir, quitándole lo que más quería?

La frustración le invadió, y seguido de ésta, la rabia. Comenzó a golpear aquel “cristal” con fuerza, dejando escapar innumerables lágrimas. Aunque no obtuviese resultados, al menos lograba desahogarse. Lamentablemente, Urss no podía hacer nada para ayudarlo, tan solo observarle con tristeza.

—No pierdas tu tiempo en hacer algo tan estúpido. No conseguirás nada —Se oyó la voz de Third Reich.

La inesperada aparición del alemán sorprendió al soviético. Las miradas de ambos hombres se cruzaron, aunque el Nazi pareció no reconocer al contrario. Ignorándolo por completo se marchó, dejando al ruso confundido.

Toda la atención de Urss se dirige al chileno, e intentando calmarlo le sonríe con ternura. De algún modo lo consigue, pero aquello no le reconforta tanto. No podía pasarse la vida hablándole con pequeños gestos. Él quería abrazarlo, besarlo, y acariciarlo, como nunca pudo hacerlo antes.

Luciano guarda la calma, pero aún así es consciente de lo que ocurrirá. Urss no lo sabe pero, una vez después de la muerte, poco a poco empiezas a olvidar tu vida pasada, hasta no recordar absolutamente… Nada.

Respira profundo y lo mira a los ojos. Acaricia el cristal con la yema de sus dedos, y torpemente hace el intento por explicarle al restante. Señala su cabeza, y al ver que la atención del ruso está puesta en él, se mueve de un lado a otro, como si estuviese perdiendo la memoria.

Urss definitivamente no logró entender ni un poco de lo que estaba diciéndole el más bajo.

Sin esperanza, el mayor (Luciano) solo sonrió enternecido. Se acercó a la barrera intangible, y con su dedo índice formó un corazón, para después tocar la parte izquierda de su pecho con la mano libre.

—Te-a-mo —pronunció lento, esperando ser entendido. Para su fortuna fue así.

La acción anterior fue imitada por el soviético. El colocó su dedo índice desde el otro lado, formando la misma figura. Segundos después llevó su mano derecha a la parte izquierda de su pecho.

Él también dijo lo mismo.

Como si estuviesen conectados, ambos ubicaron su mano en el cristal, comprendido qué, este sería un último adiós.

Urss cierra sus ojos, y Luciano opta por hacer lo mismo. Sin embargo, cuando el latino los abre, frunce el entrecejo.

¿Qué estaba haciendo?

Retira su mano con cierta cautela, viendo al hombre alto, quien parece sonreírle melancólico.

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